Los cereales del desayuno dieron el pistoletazo de salida al marketing moderno. Para comprender esta historia debemos remontarnos a 1881, cuando Henry Parsons Crowell convenció al pueblo norteamericano para que consumiera lo que antes sólo comían los caballos y las personas más pobres de Escocia y Alemania: copos de avena. Para ello diseñó lo que podíamos bautizar como la primera campaña publicitaria moderna. En ella todos los detalles estaban cuidadosamente planeados y ejecutados.
Para empezar, escogió como imagen de su producto la de un sonriente cuáquero, pues en Estados Unidos los cuáqueros se habían ganado -merecidamente- la fama de ser gente sencilla y honesta, y se podía confiar en ellos. Bautizó a su producto con el nombre de Quaker Oats Company (Compañía de Avena Cuáquera). Por otra parte, la publicidad estaba focalizada en su valor nutritivo con frases como “las naciones que comen cereales soportan mejor la fatiga física que las que comen carne”.
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